La necrópolis visigoda de Castiltierra: el hallazgo, expolio e historia del yacimiento

En el centro, Navascués, Álvarez-Ossorio y Camps durante la campaña de excavaciones de 1933 en Castiltierra | Fuente: MAN

Los restos de tiempos pasados, de civilizaciones y pueblos que vivieron antes que nosotros, se disponen a lo largo y ancho del paisaje segoviano. Y no son precisamente pocos, ya que Segovia cuenta con más de 2000 yacimientos, tanto en la totalidad de la provincia como los que se encuentran en la capital. Restos romanos, neolíticos, paleolíticos, musulmanes o visigodos, entre otros.

Pues hoy conoceremos unos pertenecientes a este último pueblo: al visigodo. Un yacimiento arqueológico cuyos descubrimientos continúan a día de hoy además de ser uno de los más desconocidos dentro de las necrópolis visigodas en España, cuya historia ha estado marcada por el expolio a lo largo de décadas y con algunos de sus restos en una búsqueda constante sobre su ubicación actual por el mundo.

El origen y descubrimiento de la necrópolis

Emita del Cristo del Corporario (última edificación, del siglo XII, que queda de un poblado medieval de la zona, en cuyas cercanías, junto a la carretera, se encuentran los restos de la necrópolis visigoda | Fuente: Turismo de la Provincia

Retrocedamos en el tiempo, concretamente a la década de los años 20 aproximadamente. El grueso de la necrópolis fue descubierta de casualidad mientras se comenzaban a realizar las obras de la carretera que enlazaría Castiltierra con la que lleva de Fresno de Cantespino a Riahuelas, cerca de la ermita del Cristo del Corporario, a 1 km de Castiltierra.

Pero los primeros descubrimientos se darían incluso antes. Años antes de que se planteara siquiera levantar la carretera, los vecinos que transitaban o labraban las tierras de los alrededores, se encontraban prácticamente a la vista restos humanos, broches, hebillas…muchas de ellas fabricadas en bronce. Además, las ampliaciones de terrenos agrícolas o la reconstrucción del espacio para el juego de pelota, se encontraron con más restos tales como huesos, un cenizal, restos cerámicos y de construcción. Estos primeros hallazgos provocarían un expolio inicial de estas sepulturas y de sus elementos además de que, según testigos, durante las obras de la carretera, se habían destruido varias sepulturas dispuestas en línea y separadas de forma regular, de las cuales sobresalía algún elemento.

En esta historia destacaría un hombre, un vecino de Sanchonuño llamado Juan García Sánchez, un asiduo aficionado de la arqueología y las antigüedades, llegó al pueblo en el verano de 1930 (por rumores de lo que allí se escondía o por otros motivos relacionados con su labor de pintor), donde se interesó por los objetos que habían sido expoliados, algunos en propiedad de algunos campesinos de Castiltierra, de los cuales compró algunos para posteriormente «cederlos a un Museo de Madrid», según el mismo dijo.

Por ello, se puede establecer que, al menos durante tres años (1930-1932), se dio lugar a varios expolios previos a la llegada de Juan, yendo a parar los artefactos hallados a diversas personas. Su interés por la necrópolis le llevó a realizar otro viaje a la zona, en diciembre del mismo año, momento que aprovechó para realizar una suerte de trabajo de campo: recabó información de los vecinos, examinó detenidamente los lugares del hallazgo, tomó fotografías y realizó una breve excavación sobre el terreno.

No esperó ni mes para continuar con su labor con Castiltierra. El 18 de ese mismo mes se entrevistó con Francisco Álvarez-Ossorio, el por entonces director del Museo Arqueológico Nacional (MAN) y secretario de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades (JSEA). El objetivo era informarle acerca de la importancia de la necrópolis y las actuaciones que en ella se estaban realizando. El director dedujo de su encuentro con Juan que era conveniente el efectuar excavaciones de manera oficial en el lugar.

Como primer paso, el director pidió a Juan que adquiriera de los vecinos cuantos objetos tuvieran, para poder analizarlos y conservarlos. Él ofreció sus adquisiciones al museo y decidió solicitar a la JSEA permiso oficial para excavar en Castiltierra. A partir de este primer contacto, se convertirá en el intermediario con el MAN y la JSEA a través de su director y secretario.

A partir de este momento, las excavaciones comenzaron a aparecer en la prensa del momento, como en artículos del ABC a nivel nacional o en los periódicos locales, por ejemplo, dándose así a conocer la existencia de un yacimiento en la zona cercana a Fresno de Cantespino y Castiltierra.

Para entender el emplazamiento donde se desarrollarían las investigaciones posteriores, hemos de comprender la zona en la que se asentó. Esta necrópolis visigoda se ubicaba en un territorio donde la acción romanizadora se había desarrollado durante más de cinco siglos. Se hallaba entre dos ciudades que habían adquirido importancia en época imperial: La primero arévaca y luego hispanorromana ciudad de Termes, al este, y Confluentia, la gran ciudad romana del Duratón, hacia el suroeste (ambas estaban conectadas por una via con Segovia y Ávila). Aunque existían otras poblaciones menores a su alrededor (todas ellas conectadas a través de ramales y caminos), estas dos suponían los dos ejes principales de esta zona de Segovia.

Durante la presencia álgida romana en la península, estas poblaciones vivían, principalmente, de la actividad agrícola complementada con la ganadera. Con la progresiva decadencia de imperio, la inestabilidad política y social y las constantes invasiones bárbaras, estas zonas rurales y sus poblaciones aledañas irían desapareciendo. Es más, muchas edificaciones posteriores, se construirían a partir de las ruinas de otras anteriores, como es el caso de otras necrópolis, que se levantarían sobre antiguas villae romanas en ruinas.

Las cuatro etapas históricas de la necrópolis

Para Raúl Martín Vela, arqueólogo y director científico de las excavaciones de Castiltierra, a lo largo de los años, Castiltierra ha ido pasando por diferentes momentos hasta el día de hoy, siendo el primero de ellos el ya comentado expolio sistemático por unos y otros hasta la década de los 30, momento en el comienzan las investigaciones en el lugar.

Durante esta segunda etapa, donde destacan los nombres de Emilio Camps y Joaquín Navascués, será cuando las excavaciones se realizan ya de manera sistemática. Estos dos hombres formaban parte, como altos comisariados, de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades (se encargaban de gestionar el patrimonio arqueológico). Sus intervenciones tendrían comienzo en 1932 hasta 1935.

Croquis de las excavaciones de la campaña de 1932 (izquierda) y de 1933 (derecha) | Fuente: Arias y Balsameda (2015)

Los frutos de estos años de investigaciones (recogidos en multitud de documentos, imágenes y cuadernos de campo) dieron a entender que se habían excavado más de 400 tumbas con cerca de 500 individuos de los cuales, casi la mitad estaba enterrado con un ajuar funerario. Estas operaciones arqueológicas se verían detenidas con el estallido de la Guerra Civil aunque apenas al terminar esta, las excavaciones serían retomadas casi de manera inmediata, esta vez por Julio Martínez Santa-Olalla.

Con él se iniciaría la tercera etapa, entre los años 1940 y 41. Durante estas intervenciones, la información se vuelve limitada (se habla de la zona donde se están realizando los trabajos pero no es segura) pero sería el momento en el cual parte de los objetos encontrados se enviaría a Berlín y Viena para su restauración, en plena Segunda Guerra Mundial. Junto a Julio, los trabajos serían apoyados a su vez por un equipo germano. Además, se daría en este momento la conocida y ampliamente destacada visita de Heinrich Himmler a España en octubre de 1940, especialmente comentada cuando se habla de Castiltierra.

Julio Martínez Santa-Olalla (centro izquierda) junto a Heinrich Himmler (centro derecha) durante la visita del jerarca a España

El viaje del jerarca, que tan solo duró del 19 al 24 de octubre del 40, fue uno de los viajes contados que hizo a países neutrales durante la Segunda Guerra Mundial. El objetivo de este viaje, aparte de funcionar como un acercamiento entre Alemania y España, sirvió para que Himmler se interesara por ciertos elementos y reliquias del pasado de España: el Santo Grial durante su estancia en el monasterio de Montserrat (varias veces remarcó a los monjes el origen germánico y pagano de Montserrat y pidió ver los archivos relacionados con la ubicación del Grial, a lo que los benedictinos le dijeron que allí no se encontraba), el arte rupestre, la cultura antigua de las Islas Canarias o los visigodos (siendo estos dos últimos un lugar donde hallar un testimonio ancestral de los orígenes de la raza aria).

Este interés del jerarca nazi por lo antiguo y lo histórico buscaba en su mayoría investigar el pasado de la raza aria, siendo la Ahnenerbe, una asociación fundada por él destinada apoyar y financiar las actividades de investigación sobre la existencia y el pasado de la raza aria con el objetivo de justificar la expansión militar alemana, principalmente.

Pero volviendo a su visita a España, una de sus paradas iba a ser Castiltierra, debido a su origen visigodo. Pero la visita, que estaba programada para esos días, se acabó cancelando debido a las malas condiciones climatológicas debido a las lluvias junto con la ajustada agenda, provocaron que nunca se realizase. Pero eso no significó que Himmler perdiera el interés.

De la campaña de excavaciones del la década de los 40 donde se exhumaron cuatro centenares de sepulturas, muchas de ellas acompañadas de su ajuar, compuestos por fíbulas, placas de cinturones, broches, pendientes, collares o brazaletes de diferentes materiales. Dada la cantidad de objetos obtenidos, muchos de ellos en un mal estado de conservación, se decidió realizar el envío de los ajuares a instituciones germanas para su correcta restauración.

Con el pasar del tiempo, solo una parte de los ajuares fue devuelta al Profesor Martínez Santa-Olalla, faltando el resto que se distribuyó en diversos museos como el de Núremberg, la Universidad de Viena o incluso en colecciones de museos en países como Noruega (según informó un vecino de Cantespino al director de la excavación actual). Pese a las peticiones realizadas a estas instituciones respecto a la devolución de esos objetos enviados, a día de hoy continúan en estos museos anteriormente mencionados.

Tras la intervención de Santa-Olalla y hasta su cese como Comisario de Excavaciones en 1956, no se continuaron los trabajos en la necrópolis, continuándose la labranza de esos campos. Hasta hace pocos años.

Un nuevo comienzo

Los intentos de retomar las excavaciones por parte del ayuntamiento de Fresno de Cantespino datan de principios del siglo XXI. En palabras de Cristina Samper, Técnico de Turismo del Ayuntamiento de Fresno de Cantespino, quien estudió Geografía, Historia y Restauración, le generó un gran interés en reactivar el proyecto de excavación. En un inicio se valoró solicitar al Museo Arqueológico Nacional las piezas expuestas, pero se descartó la idea. Se contó con la colaboración de Luis Javier Balmaseda, que junto a Isabel Arias, formó parte y coordinó al equipo que estudió las piezas del MAN (Museo Arqueológico Nacional) procedentes de las excavaciones anteriores de Camps y Navascués en Castiltierra, cuyo resultado se publicó en diversos volúmenes sobre los materiales (2015) y sobre diversos estudios sobre la necrópolis visigoda (2018).

Además, gracias al ejemplo que en Guardamur se había dado ya con el yacimiento de Guarrazar, dirigido por Juan Manuel Rojas, llevó a la búsqueda de un arqueólogo interesado en continuar los trabajos en Castiltierra, que llevó a que Raúl Martín Vela retomara los trabajos. Desde entonces, los trabajos en la zona han continuado, con la implementación de tecnologías del siglo XXI como el uso de georradar para identificar los restos bajo las tierras de cultivo de la zona.

Y en eso se han centrado especialmente esta última y actual cuarta etapa, el delimitar y ver que queda por excavar de la necrópolis junto con la relación con el paisaje (en palabras del director de la excavación, «la necrópolis representa el mundo de los vivos pero no sabemos donde está el mundo de los muertos). Esto busca a su vez hallar dónde se situaron los poblamientos de estos grupos que se hicieron enterrar en esta zona de Castiltierra. Por ello, las investigaciones se centran en esta nueva etapa en analizar especialmente los restos de los individuos allí enterrados (analizar desde el punto de vista forense como con el análisis de ADN) mientras que en las anteriores excavaciones se focalizó más en los ajuares y restos materiales.

La necrópolis de Castiltierra se convierte así en una de las más importantes, tras las diferentes campañas de excavaciones durante varias décadas. Y esto se debe especialmente a la colección de piezas custodiada en el MAN, cuya calidad e importancia es indudable y, aunque no está completa por aquellas que se enviaron al extranjero, solo con este conjunto ya supone un hallazgo importante.

De cara al futuro, el ayuntamiento busca impulsar la creación de un centro de interpretación que, a través de las últimas tecnologías que permitan dar a conocer al público y a las nuevas generaciones el desarrollo de esta excavación arqueológica desde sus comienzos. Una oportunidad única que despertaría el interés en la zona desde un punto de vista arqueológico, histórico y cultural para el público general.

Dónde hospedarse por la zona

Fachada del albergue «La Tormenta» de Fresno de Cantespino | Fuente: Turismo de la Provincia

Castiltierra y su necrópolis son un llamativo aliciente a conocer e investigar en la zona junto con el patrimonio, rutas y demás lugares de interés que posee la localidad de Fresno de Cantespino. Por ello, el poder tener un lugar de descanso para las largas jornadas de aprendizaje y turismo rural es ideal. Uno de estos es el albergue «La Tormenta», ubicado prácticamente en el centro del municipio, en la Calle Real. El establecimiento cuenta con habitaciones de todo tipo para diferentes tamaños de grupos además de tener una bonita terraza, senderos señalizados para senderistas e incluso la posibilidad de alquilar bicis eléctricas.

Para aquellos reticentes a la hora de hospedarse en un albergue, tanto Álvaro como Susana, quienes gestionan el albergue, destacan que una particularidad del suyo es que las únicas zonas a compartir son las comunes, por lo que las habitaciones no se comparten con otras personas que no sean de nuestro grupo. Una forma perfecta de compartir con otros pero manteniendo la privacidad.

Con esto, lo único que queda por decir es que, si después de conocer esta apasionante historia arqueológica te decides a acudir a la localidad o a investigar más acerca del pasado visigodo o hispanorromano de la zona, recuerda estas palabras: «el respeto al pasado es primordial para que las generaciones venideras puedan disfrutarlo de igual o mejor manera».

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